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CAMBIO DE PLANES - Por Eduardo Juan Salleras


Mejor esperar
CAMBIO DE PLANES
Por Eduardo Juan Salleras, 10 de junio de 2014.-

Se autoriza su publicación solamente en forma completa y nombrando la fuente
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Tenía escrito un artículo listo para enviar y repasándolo me dio la sensación que, mirando espacios y temas relacionados, se hacía confusa su lectura y en el fondo no lograba lo esperado sobre un tema tan importante como son los méritos.

Lo voy a dejar para otra ocasión.

Entonces habrá que pensar en un nuevo escrito, veloz, espontáneo, para cubrir correctamente la semana, el compromiso con los lectores.

Y bueno, a las cinco de la mañana cuando desperté salí a vaciar el mate y vaya sorpresa, la vereda mojada. Gotas salteadas entre la llovizna hacían sonar a las hojas secas del otoño, una estación muy húmeda este año, a tal punto que aún no se han desvestido los árboles por completo, faltando tan solo diez días para el comienzo del invierno.

Increíble cómo pasó de rápido este tiempo, tres meses que volaron casi sin darme cuenta. Probablemente haya sido por esa condición de no ser un otoño típico.

¿Cómo vendrá el invierno entonces?

Ni siquiera pude ocuparme de lleno en almacenar leña para los días fríos, es que casi no los hubo y solamente hemos encendido los fuegos para secar el ambiente.

Todos los años en los primeros meses, nos dedicamos de a ratos a cortar y juntar gajos caídos, bajar plantas secas y limpiar el monte. Este verano en particular, los vientos hicieron gran parte del trabajo. Uno de esas ramas, bien grande, cayó sobre la casita de huéspedes produciendo daños importantes, el techo, por ejemplo, hubo que hacerlo nuevo.

Claro, no es nada en el fondo comparado con los desastres que ocurren en otros lugares, pero, tampoco es agradable.

Esa casita, comenzó siendo un garaje, un depósito y un cuarto con baño por si acaso.

Luego se anexó el depósito al cuarto, haciendo dos con un sanitario.

El amago de visitas frecuentes nos llevó a añadir el garaje, sumando así tres cuartos, una salita y el baño.

Quedó todo muy lindo, sencillo sí, pero cómodo.

A partir de allí, se acabaron las visitas. Vivía cerrado.

Le decía a mi mujer: dejamos de ser atractivos para la gente, estamos en decadencia social.

Todo en broma desde luego, aunque tampoco me preocupa demasiado que descienda nuestra popularidad.

Pero de esa casita guardamos muchos recuerdos de otros tiempos cuando las cosas eran distintas, cuando incluso la habitaban personas que ya no están, las que no dejaron de venir por menosprecio o por disminución de cariño, sino que partieron de esta vida.

Cada vez que recordamos aquellos tiempos, especialmente de verano, rememorando anécdotas, nos viene una cierta melancolía, no tristeza dolorosa, sino una combinación risueña, de las cosas que pasaron, y que ya no volverán a ocurrir, aunque en definitiva, nada se repite jamás.

Mis hijas, las hijas del encargado, mis sobrinos, amigos y amigas, un verdadero jardín de niños que arrancaba muy temprano con sus tareas: los juegos, sin parar en todo el día.

Cuando tenían hambre entraban a la casa violentamente, como asaltando un banco y decían queremos algo para comer. Llenaban sus manos de galletitas y otra vez a las actividades.

Construían casitas, organizaban todas las tardes meriendas en distinto lugar, y mi mujer y mis cuñadas preparaban las alforjas para la excursión.

¡Cuánta vida tenían los campos en otra época!

Por las noches, siempre antes de ir a dormir, salía a tomar un poco de cielo, con luna llena o sin ella, estrellado o no, calculando que día sería mañana, y girando, poniendo la vista a lo lejos, se veían caseríos, apenas iluminados pero luces tenues al fin, indicando que allá a la distancia, había vida. Hoy, lo único que se ve, por ejemplo en estos días de siembra de trigo, son las luces de los tractores que vienen y van. Para la campaña de verano, los mismos, en las labores de soja o maíz.

Los camiones que retiraban la leche, rompían los caminos en tiempos de lluvia, hasta cinco empresas distintas llegaron a pasar por aquí; dejaban huellas tan profundas que, montando la camioneta fuera de ellas, hasta el aceite se podía cambiar. Hace unos cuantos años ya que no pasa ninguno.

Solamente en tiempos de cosecha se ve movimiento.

Pero, la casita está allí, reparada y lista para albergar a cualquiera. Libre de dar a luz a una nueva historia de gratos recuerdos como los que guardamos en la memoria, porque aquellas anteriores se transformarán con el tiempo seguramente en leyendas, que engalanaremos quizás con algún matiz que le dé un tinte más bonito.

No sé si todos gustan de las narraciones, de las anécdotas, las que se suelen adornar con algún bolazo para hacerlas más divertidas, hasta “tragicómicas” si el tema así lo exige.

También epopeyas que se cuentan exageradas para hacerlas más dramáticas y atractivas al oyente.

Créanme que más allá de algún arreglo literario que describa cuestiones secundarias que hacen a la belleza del relato, las historias vividas en el campo en los 40 años que llevo viviendo aquí, pueden llenar varios libros.

Tal vez sea el tiempo de empezar.
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http://elportaldeolgaydaniel.blogspot.com.ar/

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