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Recuerdos de mi muerte - Apunte 11 - Las altas puertas de chapa


En varias oportunidades se aparecieron unas puertas en mis ires y venires por ese mundo al que accedía cuando casi dejaba éste.

Eran muy altas, como de unos 4 metros, y su ancho quizá de 1 metro. De chapa que parecía gruesa, estaban bien pintadas con sintético gris claro. Comunicaban un par de accesos de la clínica con un espacio abierto. Ingresaban y salían a través de ellas enfermeras llevando y trayendo elementos.

Pero esas puertas estaban controladas cada una por una terminal de computadora y cuando alguien traspasaba la puerta hacia el interior del edificio, su imagen se convertía en holográfica durante unos segundos. Trataré de aclarar mejor ésto que me resulta muy sencillo de recordar pero muy complejo de transmitir.

Se veía por encima de la computadora que a la derecha se abría la elevada puerta. También se podía verificar quién ingresaba pues el equipo solamente le tapaba hasta un metro cuarenta, más o menos. Pero al pasar por detrás del aparato, al tiempo que se apreciaba la persona en la pantalla como tomada por una cámara desde la cintura hasta más arriba de su cabeza, se veía una imagen exterior a la computadora que mostraba todo el cuerpo de la persona mientras transitaba por detrás y luego hacia adelante por un pequeño pasillo a la izquierda. Era una imagen curva, como elástica, que devolvía el cuerpo real de la enfermera en cuanto terminaba de ingresar al pasillo interior.

Lo mismo ocurría cuando alguien procuraba salir del edificio. En cuanto entraba a ese pequeño espacio lateral, se lo veía exteriormente convertirse en la imagen holográfica flexible al tiempo que su imagen en el monitor también era claramente apreciable, luego la parte inferior de su cuerpo quedaba oculta por el equipo. La puerta se abría (siempre hacia adentro aunque no es lo recomendable), la enfermera o el enfermero pasaban, cerrando la puerta de chapa tras de sí.

No parecía que esa rara situación afectara a quien la debía soportar, ya que evidentemente todos estaban acostumbrados a esas transformaciones y no le prestaban ninguna atención especial.

Pero esto no es lo realmente curioso y sorprendente. Yo nunca había visto en el hospital o en la clínica puertas con esas características. En uno de mis retornos a "la realidad" pregunté si allí había puertas así y me respondieron desganadamente que no. Es que las ganas se les habían ido después de atender decenas de otras consultas que en mis retornos anteriores les había formulado.

Cuando terminó mi período de internación, circunstancias que aún no me quedaron del todo claras motivaron que, como cereza del postre, me llevaran al Instituto especializado en esas tareas en Esquel para hacerme una Tomografía Axial Computada, de la que seguramente no hablaré mucho porque eso ocurrió en "el más acá".

Subí a la ambulancia junto al chofer y a José Luis, este último ya convertido más en un amigo que en un enfermero del hospital. Me llevaron hasta 9 de Julio y Perito Moreno, los técnicos me tomografiaron axialmente en un aparato que me recordó a los de torturas, y me retornaron a mi lugar de internación para darme el alta y librarse de mi presencia, que con toda razón, ya era algo molesta hasta para los pacientes vecinos y sus familiares.

Pero cuando la ambulacia ingresó al estacionamiento que hoy ha sido muy modificado por la ampliación de la Guardia, pude ver de pronto unas puertas idénticas a las de mi "sueño", salvo que estaban algo despintadas. Fue la primera y única vez hasta hoy que las vi en el mundo real, pero ya las conocía bien por haber estudiado su funcionamento "computado" mientras recorría la clínica del Dr. Richardson.

Y no fue lo único desconocido de lo que verifiqué en la realidad luego de tomar conocimiento en mi experiencia extracorpórea. Nadie me ha dado aún una explicación "científica" de estas circunstancias, ni es mi objetivo aquí donde me propuse solamente narrar recuerdos lo más fidedignamente posible sin intentar agregar un punto o una coma.

Dejo una fotografía de una puerta parecida. Modifiquen las dimensiones con su imaginación para hacerla lisa, de 4 metros por 1 metro, y permítanme que en mi próximo apunte relacione una de ellas con el ingreso a un baño que se transformaba "domóticamente" según las necesidades de quien entraba para utilizarlo. Además me tranquiliza el hecho de que, si llegaron hasta aquí en este relato, no creo que ya se asusten de nada.


Un saludo afectuoso.

Daniel Aníbal Galatro

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