El Hombre del Carro 9º
A QUIÉN SE LE OCURRE
Por Eduardo Juan Salleras, 16 de noviembre de 2012.-
Se autoriza su publicación solamente en forma completa y nombrando la fuente
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Mis últimas horas de sueño se habían transformado en conflictivas. Me di cuenta porque ya no dormía ni soñaba, sino que pensaba: en lo de ayer, en lo de hoy y en lo de mañana.
Otras veces me ha pasado de sentir que acostado el mundo se viene abajo, y levantándome entre enojado y huyendo, al final, nada resultaba tan grave.
Por eso me incorporé a las 4 y algo de la mañana. Preparé desde luego el mate y me senté en la galería mirando al Este a esperar que amanezca.
Una madrugada excepcional, ni frío ni calor; fresquito y con un pequeño soplido como si fuera el sol naciendo en el horizonte quien lo producía.
Los pájaros comenzaron a cantar escandalosos a la primera claridad… el mate estaba buenísimo.
¡Qué bien que estoy aquí! Pensé, cuando me vino a la memoria aquel día, igual que hoy, desperté refunfuñando porque no encontraba la forma de acomodar el circo de mi vida productiva, igual que ahora, y enojado me fui zapateando al galpón.
Ahí lo encontré, muy instalado, al Hombre del Carro.
- ¡Buen día! - Mi saludo medio enérgico, reflejo de mi enfado.
- ¡Buen día Don! - Me respondió.
- ¿Cuándo llegó?
- Anoche… y como vi tormenta en el horizonte, metí mi carro debajo del tinglado y aquí acampé… ¿Hice mal?
- No… ¿Qué estaba mirando? Lo encontré muy sentado sobre su asiento tradicional, hecho de una cadera de vaca y su cuero, apoyando la espalda en una columna y su piernas estiradas… el dedo gordo del pie derecho que se escapaba de la alpargata…
- La naturaleza. Es maravillosa… uno ve trabajar a las aves en procura de hacerse de un nido donde depositar su esperanza de supervivencia una vez al año. Los cortejos entre hembras y machos… ¿No es fantástico?
- Tengo tantos problemas hoy que resolver que miro y no veo. Estoy como queriendo acomodar los libros en la biblioteca en medio de un terremoto. Levanto los que se caen en una punta, los acomodo y al mismo tiempo se desmoronan en la otra…
- Es que UD está equivocado.
- ¿Por qué dice así? Le respondí duro, ni siquiera le había comentado cuál era o cuáles eran mis problemas.
- Porque lo que tiene que sostener UD es la biblioteca no los libros.
Crucé mi mano por la cara, masajeé mi pera, paralizándome en el análisis… y el siguió, como para noquearme…
- ¿A quién se le ocurre ordenar los libros en medio de un terremoto?
- Pero, me refiero a los que se caen. Entre desesperado y enojado le contesto.
- Mire, en esas circunstancias hay que salvar las estructuras… sostenga fuerte la estantería, algún libro se puede caer… como en la vida, siempre algo se pierde con el tiempo y las situaciones. No se olvide que no hay terremotos eternos, más bien son cortos, luego ordenaremos los libros y tal vez algunos debamos desechar porque no valen la pena, ocupan lugar y nos distraen en medio de los temblores.
- ¿Y después?
- A poner las cosas en su lugar. Eso sí, múdese si no le gustan los sismos a un sitio más tranquilo, ¿me entiende?
Lo miré sin responderle…
Mi cara se iluminó con la luz del sol naciente mientras mi mente todavía analizaba aquellas palabras del Hombre del Carro de años atrás.
Recuerdo también que a renglón seguido le pregunté si era creyente y por la muerte, pero será para otra ocasión porque valen la pena sus comentarios.
Esa mañana me quedé como hasta las 10 charlando con él. Es un gusto porque tiene un decir muy particular, un tono y un ritmo especial, que sin atorarlo a uno, como se suele decir: siempre es suyo el bochín y arrima él.
- UD tranquilícese, haga su pausa, tome distancia, mientras las aguas se calman y luego sí arremeta, con la energía y la prontitud necesaria para dar vuelta su situación. No deje que nadie interfiera o atente contra su proyecto y su accionar. Pronto verá las cosas más o menos como pretende pero que eso no lo engañe… si no le gustan los terremotos múdese. Sentenció…
Serían ya las 5.30, me puse de pié y mientras el campo aún parecía quieto, di una vuelta, haciendo un vuelo rasante, en procura de organizar mi mente. Voy a proponerme tres cosas para hoy, sólo tres cosas. Las voy a cumplir como sea. Si me sobra tiempo encararé otras, pero primero esas tres.
Y así cambió notablemente todo. No digo que es ahora un paraíso, por Dios no, lejos de serlo, sí mejoré mucho a mí alrededor y eso me hace sentir mejor, especialmente con ánimo para seguir en el mismo camino.
Sé que muchas cosas deberé cambiar, mudarlas de la zona sísmica a la tranquila, en una palabra: SIMPLIFICAR.
¡Qué tipo este: Hombre del Carro! Hace tanto que no sé nada de él. Me gustaría incluso verlo antes de las fiestas.
Queda apenas un mes y medio para terminar el año y en 45 días necesito cambiarlo todo. Esa tendencia negativa, una especie de vaho que flota en el ambiente. ¡Basta! ya empecé.
Hasta el próximo terremoto.
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