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Receta universal - por Delfina Acosta

En mi casa había, desde que tengo memoria, una cantidad cuasi infinita de la revista Selecciones del Readers Digest, una colección de aparición mensual que vio la luz en 1940, y que tuvo un éxito inmediato en los lectores gracias a sus variadas como enriquecedoras propuestas de lectura.

La sección fija llamada “La risa, remedio infalible” era lo que más leíamos los miembros de la familia, lo que buscábamos primeramente en el repertorio de tan amena como instructiva publicación, pues aquellas geniales celebraciones del sano humor, influían, desde luego, positivamente en nuestro ánimo. También nos gustaba el segmento “Las citas citables”, por su propuesta de razonamientos o valoraciones sobre la existencia y sus más escondidas perspectivas. Aquí va un botón que recuerdo: “Siempre sirven las sombras para distinguir la luz”. José Hernández en “Martín Fierro”.

Pero “La risa, remedio infalible” llevaba nuestra adhesión incondicional.

Los perros no ríen, lastimosamente, sin embargo expresan su buen ánimo de una u otra manera, y si en la familia hay un predominio de buen humor, ellos se sienten motivados, entusiastas. ¿Quién no necesita una risa?

¿Hasta dónde ella influye en la recuperación de los enfermos?

Pues bastante, sin lugar a dudas.

La risa, según la receta universal de quienes conocen las respuestas del cuerpo a los estímulos beneficiosos, produce amplias mejoras en el rendimiento físico del organismo que ha sido objeto de situaciones de estrés. Naturalmente, los músculos son relajados con la risa, baja la presión arterial (en nuestro país y en el mundo se registra un número cada vez más elevado de personas hipertensas )y aumenta la absorción del oxígeno en el torrente sanguíneo.

¿Cómo no rendir culto al buen humor, y buscar el lado reidero y gracioso de la existencia, que existe, de hecho, pues el mundo, desde su creación, está matizado con distintos “colores”?

La gente valora la compañía de quienes tienen el ánimo presto para dar una posición derecha a una situación torcida por la angustia o la tristeza, optimismo de por medio.

Quienes profesan el buen humor son líderes naturales en sus lugares de trabajo.

Quienes sólo tienen un sentimiento de apatía y destilan un pirevai singular son francos ahuyentadores de compañía.

Cómo se traslada de una persona a otra el pesimismo, y cuánto, desde una pantalla de televisión, llega a la audiencia el manejo divertido de un tema, una situación, una nota.

No hay que ser filósofos ni mucho menos para entender que la vida, la cotidianidad del individuo, están básicamente relacionadas con el humor.

Hay informes humorísticos de muchas personalidades de la plástica, las letras, la comunicación, la música, etc. que nos dan cuenta de una gran intolerancia e incapacidad para captar el paisaje positivo de las cosas.

Cierto es que las realidades de la gente, algunas de ellas ingratas, difíciles, apremiantes, pesan y cuánto, en el espíritu. Pero también es mucha verdad que aún teniendo un buen pasar, muchísimas personas se echan a fastidiar a los demás, y a fastidiarse, de paso, a sí mismas, con un pirevai mayúsculo, que enfrenta toda tolerancia posible.

La salud es demasiado importante.

Y la risa es un poderoso fármaco contra muchas enfermedades.

delfina@abc.com.py

6 de Junio de 2011

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