Por Eduardo Juan Salleras, 14 de enero de 2014.-
Se autoriza su publicación solamente en forma completa y nombrando la fuente.
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Al fin llegué a mi lugar de descanso.
No es el de siempre, mi capacidad económica no me lo permitió esta vez. Diría que monetariamente accedí a la mitad de otros años, pero de todas formas reúne con creces mis pretensiones de reposo y retiro.
La casa está prácticamente sobre la arena y a metros del mar.
Si bien la construcción es un tanto básica, tal vez por falta de un esfuerzo final, creo que vamos a disfrutarla de todos modos en familia.
La sinfonía del mar se hace sentir como nunca y el viento costero desparrama su brisa y sus aromas.
Es un pequeño lugar sobre el Atlántico uruguayo que no llega a conformar un pueblo. Son tan sólo un grupo de casas, en su mayoría de veraneo, que se esparcen de manera no muy prolija, dándole un toque de distinción, alimentando el romanticismo por la vida y sus momentos.
Este paraje se llama Arachania y se encuentra al norte de La Paloma y al sur de La Pedrera.
Tiene una calle o ruta – la confusión demuestra su precariedad – paralela al mar. Entre ella y el océano al este, hay unos 100 m, la mitad de la distancia de casas, donde está la nuestra, y la otra de playa, o sea, a unos pocos pasos pisamos la arena y con otros más, podemos humedecer los pies en el agua salada.
Sólo dos cuadras de profundidad trepa el caserío al oeste del asfalto.
Su costa debe tener 1 km.
No hay bulla, solamente alguna voz individual de alguien que merodea por ahí. Acaso el ruido de una moto, lo único molesto que puede interrumpir la melodía del mar, aunque las distancias no permiten aceleradas demasiado largas.
Su vegetación natural es la típica costera, un buen desorden de “siempre verdes”, algunos de buena altura y copa, si bien la gran mayoría se distribuyen al antojo de su género, casi todos ladeados, emplazados en los lugares más insólitos, pero siempre cumpliendo con su rol: sombra y reparo del viento.
También pueden verse algunas coníferas, las que cumplieron con el antojo de quién las plantó, insistente botánicos caseros, que ensayan tozudamente el arte de los jardines, los que no se lucen demasiado por estas latitudes.
Como toda casa de vacaciones, descartando las imposibles por su costo para alguien de clase media, son el rejunte de muebles y adornos de una familia. Donde debe haber un sillón, hay una mesa con 6 sillas en un ambiente donde ya hay otra, con 4, y ningún sitial cómodo donde sentarse a leer. Además los bodrios que muchas veces nos regalan y no se pueden tirar, terminan colgados en la casita de vacaciones, al lado de otro desperdicio ornamental.
Lo primero que hay que hacer cuando uno toma en alquiler una de estas viviendas de vacaciones, es evitar que esos adornos se rompan, retirarlos y guardarlos correctamente para que no se vean. Limpiar la casa de tendencias culturales muy extremas y dejarla como corresponde, lo más virgen posible, porque los que van a habitarla serán, a cada verano, de distintos lugares y crianza.
Pero en fin, aquí estoy, preparado para no dejar pasar estos días fundamentales en la restauración de mi yo. Organizar así los días que me esperan en los meses venideros… corregir errores, alcanzar metas, desechar lo que no tiene sentido… reclasificar las cosas, inclusive las relaciones humanas, como cuánto darle de tiempo a cada una.
A esto último le doy una importancia particular. Muchas veces somos lo que la gente refleja en uno. Puedo decir que en el año que pasó coseché nuevas amistades, pulí otras, y de todas construí en mi, cosas muy interesantes.
No todas las relaciones humanas son amistades, la vida nos hace conocer gente muy original y sin ser amigos, y sin esperar de aquella nada del otro mundo, aparecen como personajes que al tratarlos se transforman en personalidades especiales que influyen en nuestra formación.
¿Podré amanecer después de las 4.30 en mis vacaciones? Es que no logro corregir el despertarme muy temprano, siento que si no lo hago se me va la vida, que pierdo el día si no lo aprovecho desde la madrugada. Entonces, ¿De qué se trata descansar?
Tal vez no sea tan importante parar el ritmo sino lograr administrarlo distinto.
El último tiempo sentí cansancio físico, más allá del agobio de cuando las cosas no salen y peor aún, cuando el resultado es el contrario al esperado. Los años pasan sus facturas y uno hoy pretende hacer lo que no hizo o no supo hace 20 años atrás, cuando no hacía porque no sabía… no me cansaba y tampoco me frustraba, porque no intentaba hacer lo que hoy hago y me agota.
Tengo muy en claro la razón de mis yerros, a cada temporada de descanso medito sobre lo mismo, sin embargo, habiendo logrado la claridad sabía del análisis vacacional, al poco tiempo de andar la nueva oportunidad, vuelvo a lo mismo, aunque parezca situaciones distintas, es la misma razón la que me derrota.
No me desespera, porque sé que el revés existe y es parte del juego, lo aprendí con creces durante mi larga vida de deportista, no obstante uno no debe acostumbrarse a perder y aunque ello ocurra, la sociedad nos debe ver como gladiadores difíciles de derrotar.
Son las 16.40 en el Uruguay, una hora menos en Argentina. Mi familia está en la playa.
Hacia allí voy, a pegarme un buen baño en el mar, el tercero en el día, y luego a casa, estamos tan cerca…
Por la noche a abrir las ventanas y dejar entrar el fresco de una marea que crece, de olas que rompen en la orilla, como si lo hicieran en la puerta misma de mi casa, dejando su fragancia en el ambiente y acompañando los dulces sueños… ¿Serán?
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