Originario de Bohemia, una región checa perteneciente entonces al Imperio austro-húngaro, Victor Lustig (1890-1947) tenía una personalidad encantadora y hablaba con fluidez varios idiomas. Tras cometer delitos insignificantes, se introdujo al opulento mundo de los trasatlánticos frecuentados por magnates y aristócratas europeos. Uno de sus primeros fraudes fue la creación de una máquina que, supuestamente, podía replicar los billetes de 100 dólares y crear dos nuevas piezas en el transcurso de seis horas por cada una. En realidad había precargado el aparato con dos billetes de esa denominación. Un cliente la compró por 30 mil dólares y, cuando descubrió la trampa, Lustig ya se hallaba lejos.
En 1925 Lustig leyó en el periódico que el gobierno francés enfrentaba problemas para el mantenimiento de la Torre Eiffel, el monumento que hoy es emblemático de París pero entonces era objeto de muchas críticas. La noticia inspiró su fraude más notable. Con ayuda de un falsificador, imprimió papelería apócrifa. Convocó a una reunión privada, en el Hotel de Crillon, a seis negociantes dedicados a la compra y el reciclaje de acero, y se hizo pasar como director general del Ministerio Postal y de Telégrafos. Les explicó que el gobierno había decidido, en secreto, desmontar la torre y vender sus partes como material de desecho para evitar los gastos asociados con el monumento.
André Poisson, uno de los seis convocados a la reunión, se interesó por la oferta y consideró que ese negocio le daría la posición de prestigio que tanto anhelaba en el ambiente de París. Aunque Lustig despertó ciertas sospechas a su posible cliente, supo manejar la situación a su favor dando a entender que el negocio no se formalizaba plenamente pues él necesitaba recibir un soborno a cambio de asignarle el contrato de compra. Lustig y su secretario Robert Arthur Tourbillon huyeron a Viena con el adelanto pagado por Poisson. Este no los demandó para evitar el ridículo de haber caído en la trampa.
Al poco tiempo, Lustig se instaló en Estados Unidos y logró engañar al gángster Al Capone en una modesta estafa que le produjo 5.000 dólares de beneficio. Con la ayuda de Tom Shaw, un químico de Nebraska, desarrolló en 1930 una exitosa tecnología para falsificar billetes de 1.000 dólares que introdujo sin mayor problema al sistema financiero. Finalmente todo se descubrió porque su amante, celosa por el posible romance entre Lustig y la hija de Shaw, lo denunció a la policía. Con algunas dificultades Lustig fue detenido en 1935 y recluido en la cárcel de Alcatraz. Falleció en 1947, de neumonía.
Fuente: The Man Who Sold the Eiffel Tower, de James F. Johnson y Floyd Miller
Fuente: https://www.facebook.com/muy.chile.
No hay comentarios:
Publicar un comentario