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Recuerdos de mi muerte - Apunte 2 - La esquina del Gran Hotel

La esquina norte en la que se hallaba el gran Hotel.
¡Hola!

Hoy, 24 de Abril de 2012, me dispongo a desgranar algún recuerdo más de esa experiencia que me tocó vivir (o morir, si preferís). Y junto a vos que me alentaste al leer el primer apunte con afecto e interés o que recién te sumás a estas notas.

Te conté que estaba - supuestamente - internado en la antigua por fuera pero de alto nivel tecnológico en su interior y que se encontraba ubicada en una céntrica esquina esquelense situada en la intersección de Sarmiento y 9 de Julio. La orientada hacia el oeste, para ser más exactos. Ya volveré a hablar sobre ella seguramente en muchas oportunidades. Pero ahora te invito a cruzar la Sarmiento para referirme a la esquina norte de ese cruce.

En "la realidad" vemos allí un hermoso comercio que plasmé en la fotografía que acompaña este apunte. Pero en mi "sueño" había colocado un enorme hotel realmente hermoso en medio de un parque muy cuidado. Tengo en mi recuerdo acumulados muchos detalles sobre ese lugar pues era tan importante para mi historia como la propia clínica. Y quizá no por casualidad era propiedad del mismo dueño de ésta, un médico llamado Richardson.

Entrando por calle 9 de Julio, unos tres o cuatro escalones permitían acceder a un espacio cuyo techo estaba soportado por varias enormes columnas de más de 50 cm de diámetro, mostrando un frontispicio triangular que algún arquitecto quizá me ayude a dibujar y a denominar más adecuadamente.

De allí se podía ingresar al hall del hotel atravesando unas puertas vidriadas que no coincidían en estilo pero que tampoco desentonaban. Parecía que Richardson había construido allí una especie de palacio para mostrar su poderío económico surgido de su actividad profesional en la medicina de alto nivel.

Alguien me dijo que ese hotel tuvo inicialmente la finalidad de albergar a los familiares de los internados en la clínica que provenían de lugares apartados - Gualjaina, Corcovado o quizá más lejanos, pero que luego fue elegido por muchos turistas nacionales y extranjeros por ser el único que podía rozar las "ciinco estrellas".

Antes de ingresar al hotel veamos un poco lo que lo rodeaba. Sobre unos 30 ó 40 metros de la vereda sobre calle Sarmiento, cerrando luego la esquina y llegando hasta donde terminaba el frente del edificio sobre calle 9 de Julio, una verja formada por un par de troncos horizontales soportados por similares verticales marcaban los límites externos de la propiedad. No era muy alta. Cuando tuve ocasión de estar junto a ella vi que me llegaba a la altura de la cadera, por lo que pude sentarme con cierta comodidad sobre ella para observar el "medical show", algo que de lo que contaré más adelante.

Uno de los muchos detalles: sobre calle Sarmiento y adosado a la verja se podía ver un cartel también en madera con la publicidad del Canal 4, muy similar al que se encuentra a la entrada de los estudios de esta televisora y pintado con los mismos colores. Esto me hizo sospechar que Richardson debía ser accionista también de esa empresa, lo que no pude ni me interesó verificar.

Otro detalle para que puedan imaginar el hotel es que la planta baja - y por tanto las columnas exteriores - debían tener una altura de unos 4 metros, por lo que el edificio destacaba notablemente en esa esquina. Pero no tanto como lo haría en la realidad, ya que en la vereda de enfrente sobre 9 de Julio - donde están en verdad la ferretería y el vivero, por ejemplo, había construcciones en altura, modernas, de tres o cuatro pisos. Una de ellas era también destinada a hotel, con un cartel vertical al nivel del primer piso que indicaba su nombre: "Hotel Esquel", y cuyo propietario era un gallego con quien tuve un encuentro que, si me lo hacen recordar más adelante, valdrá la pena contar.

Dentro del hotel, subiendo "a mano derecha" unos 7 u 8 escalones de mármol, se llegaba a un pasillo que continuaba hacia el fondo y que, lateralmente, tenía un largo mostrador que cumplía funciones de administración y atención al público, con computadoras y demás. Pero eso vendrá luego.

Por ahora, pego la foto de lo que encontrarán hoy - en la vida real - en esa esquina y cierro este segundo apunte. Les aseguro que recordar cada detalle de lo que va surgiendo al recorrer imaginariamente los lugares me hace sentir más convencido de que no pudo ser fruto de mi imaginación. Demasiados elementos ajenos a mi experiencia previa, innecesarias precisiones que no suelen acompañar los sueños, no sé. Ustedes dirán.

Hasta el próximo. Y gracias otra vez.

Daniel

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