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SOLAMENTE AMOR Y PAZ - Por Eduardo Juan Salleras

La prosperidad está al alcance de todos

SOLAMENTE AMOR Y PAZ
Por Eduardo Juan Salleras, 
28 de diciembre de 2011.-

Se autoriza su publicación solamente en forma completa y nombrando la fuente


   Apagué todo y solamente dejé las luces del árbol y del pesebre que tintineaban.
   El ventanal del living bien abierto y la ventana del comedor también, para que corra el viento fresco de la noche que descansa, luego un día de extremo calor.
   Me senté mudo a mirar la secuencia creada con muñequitos de pasta y mi mente se trasladó a mi niñez.
   ¿Quién tendrá de mis hermanos aquellos, María, José, el burro, la vaca, y en el medio de todo: el niñito Jesús? Mucho más grandes que los que tengo ahora, dentro todos de un pesebre casero, hecho con cuatro palos y dos maderas de techo…
 … y el recuerdo de mi madre, sentimiento que manejo con mucha delicadeza porque me hace mal, me duele, a pesar del tiempo ya, que se fue.
   Ella todo lo hacía muy preciso.
   Ya pasó Nochebuena, pronto festejaremos Año Nuevo y con menos intensidad, Reyes. Habrá pasado otra etapa, otro año.
   En aquel tiempo, estas fiestas no transitaban desapercibidas en su esencia. Eran momentos especiales. Dos semanas en las que todo funcionaba distinto, uno era diferente, era mejor.
   Sonaban villancicos por todos lados, campanitas… recuerdo algo que jamás voy a olvidar, el olor a jazmín, porque mi madre, siempre, siempre, compraba un ramito y lo ponía al lado del pesebre. Su fragancia volaba por toda la casa, entonces, cuando en esta época florece nuestros jazmines del parque, con mi mujer decimos que nos recuerda su aroma, a mamá.
   Teníamos una vida mucho más austera, como austero eran los festejos. Uno ve hoy los fuegos artificiales, al lado de aquellos petardos que hacían: ¡paf!, o algún “mosquito” que sonaba “BUM”, y las estrellitas, que para que tengan un poquito de gracia, debíamos mover fuerte el brazo creando así, una estela de luz. Los regalos también eran sobrios, justos, algún juguete sí, pero en general lo que era necesario: ropa, que tampoco teníamos mucho.
   Sentí en ese momento de silencio, a solas con la noche mientras todos se iban a dormir, nadando en la nostalgia, con la añoranza de repetir, aunque sea un poquito, aquellas vivencias, su recuerdo y paz.
   Me di cuenta de este modo que es nuestra gran necesidad, el recurso más escaso en nuestras vidas; lo que nos falta, lo que nos duele.
   La Paz produce felicidad, nos da armonía en la vida. Nos permite flotar en terrenos desparejos; nos enciende una luz en la oscuridad o en su defecto, no nos molesta la bruma porque no es nuestra.
   La Paz, nos permite, comprender o al menos tolerar al otro, dialogar con él; entender a los demás, en sus virtudes y en sus defectos; alegrarnos de las primeras, preocupándonos por lo segundo.
   Amor y Paz siempre está juntos, y por más cursi o repetitivo que parezcan son estrictamente necesarios.
   No hay regalos que los reemplace; no hay luces, pirotecnia, alcohol, música, ni exageradas sobre actuaciones festivas que, a falta de Amor y Paz, consigan un efecto ni siquiera similar.
   En un país como el nuestro debemos desearnos solamente Amor y Paz, porque la prosperidad está al alcance de la mano de todos y aquellos que viven en la miseria es porque alguien les robado el bienestar. Si se les negó el progreso es casualmente por falta de Amor y Paz, y la necesidad que tienen algunos de tener seres humanos como mascotas.
   Mejor voy a seguir recordando a mi madre, a mis hermanos, a mi madrina… a mis primos… y más cerca, aquellas navidades con mis hijas muy pequeñas, los cuatro solos en el campo, después de haber llovido todo el día – hoy hasta una terrible sequía nos agobia – y a falta de cohetes, hacíamos chispear en una lata vacía de aceite de tractor, en una gran fogata, ramas de pino verdes.
   Y éramos felices igual, y teníamos Paz.
   Que así sea… y que por favor llueva.

EJS

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