Había leído en algún sitio que un profesor de psicología (¡cómo no, de psicología tenía que ser!...), que desarrolló allá por los ochenta la terapia de control de estímulos utilizada en un estudio de seguimiento inventado por unos galenos holandeses universitarios, creía que cuando se le dice a alguien que deje de preocuparse por algo es difícil que siga ese consejo; en cambio, si se le dice que posponga esa preocupación para un momento concreto, la persona preocupada se vuelve mucho más receptiva. Pues, claro, puesto que ya tiene asignado un momento y sabría como enfrentarse a él, ya que planificar a fecha fija por delante una cita, un encuentro, una tarea peliaguda, al desempleo o cómo enfrentarse a un oso hambriento, siempre te permite cargar las pilas y algo más para prevenir lo que venga... Se habían quedado gilipollas estos estudiantes universitarios de psicología, no te digo.
Sin embargo, pues vale, bueno, como en un lado de la balanza hay que poner que la conclusión de aquel estudio no indica un ratio de éxito entre el tiempo que se dedica a pensar sobre los problemas y las soluciones halladas, y en otro lado, que estudios como ese fomentan el siempre necesario sosiego... Pues, eso: que todo a pintar de boca. Es el dicho clásico español: 'ya lo pensaré mañana... Y adquiere una nueva dimensión científica: 'y sólo durante 30 minutos', habría que añadir.
Lo que parece cierto es que programar un tiempo determinado para preocuparse por las cuitas y olvidarse de ellas el resto del día ayuda a reducir la ansiedad, el estrés y la depresión. Además, planificar un tiempo para angustiarse puede ayudar a angustiarse menos a la larga; sí, se puede uno angustiar menos al largo plazo. Planear que las penas afloren en un único bloque de 30 minutos al día para enfrentarse a ellas e intentar hacerles frente, es algo que nos proporcionaría espacio y tiempo para dedicarnos a otros asuntos que, tenemos que reconocerlo, están esperando nuestra atención casi el resto de nuestro tiempo de vida... Lo que siempre hemos convenido ante semejante villanía: olvidar las penas y hacer más el amor no sólo sosiega, sino que tersa el cutis y le produce mayor lozanía y juventud..., cosa con la que aún estaríamos mejor y más prediscupuestos a sonreír a carcajada limpia...
Pero, por otro lado, si pensáramos en negativo... ¡Qué podríamos decirnos! Pongamos por caso que nos centráramos en, por ejemplo, algo que podemos conocer (ahora que está tan en 'actualidad dar la lata y escarbar en las heridas de ayer' con 'eso' de la Memoria Histórica, e historias para no dormir que existían antes del último dilubio divino): el Museo sevillano del Casdtillo de san Jorge, que está ubicado en el complicado sitio del Mercado de Triana, justo a su vera; un barrio salpicado de tentadoras terrazas y la calle del equipo que lleva el nombre de la Cordillera Bética, que ahora no me acuerdo si se llama "Ibérico" o "Betis", pero que discurre como una invitación a vagar por las orillas plácidas del Guadalquivir (al paseante o al turista le puede resultar poco estimulante la idea de meterse en un Museo, sobre todo, porque tiene que ver con la santísima Inquisición).
Estaremos de acuerdo que ese sitio es todo un contraste, ya que es una de las zonas más luminosas, alegres y 'humanas' de Sevilla. Y ahí se alza ese castillo, en cuyos sótanos, durante siglos, el horror se enseñoreó y tuvieron lugar las mayores atrocidades en nombre de un dios trino, monoteísta, como es el dios que proclama 'único' la Casda del Credo cuyo jefe superior nos va a visitar dentro de nada la ciudad sacrosanta y también trina (corte, plaza y uniprovincial) del Gruallardón de La Esperpéntica Aguirre y Cierra España al Diferente.
Pues bien, el castillo sevillano del santo Jorge, antigua patria de la ignominia, hoy es un 'discreto' Museo; y, a pesar de los atractivos recovecos de su alrededor, merecerá la pena tomarse '30 minutos de sosiego' y entrar a ver su interior, porque debe ser un lugar verdaderamente muy curioso: los reyes Isabel y Fernando, esos, 'los católicos anti-Islám', resulta que inauguraron en esa fortaleza (allá por el año 1480 más o menos), la que fue la primera sede del Tribunal de la Inquisición Santa, que vino a funcionar durante cerca de 300 años, que ya es mandato dinástico y divino. Y bueno, lo que se dice de bueno allí dentro se hizo más bien poco... Después, el derribo del antiguo mercado durante la década de los 90 y una ambiciosa labor arqueológica permitieron descubrir muchos restos humanos y recuperar en cierta medida el aspecto antiguo del lugar. Lo que pasa es que hace unos doce años, tras mucho haber pensado el Consistorio qué hacer allí con tantas piedras juntas ensambladas, abrió sus puertas al Museo que relato con un tema central en su interior: toda una exposición con todo lo que allí dentro hicieron los inquisidores: nada bueno, como es de suponer, pues el Museo huye de la socorrida truculencia en estos casos, no obstante y afortunadamente para el sosiego del que estaba hablando un poco más arriba.
Lo típico hubiera sido recrear un escenario tétrico con sus mazmorras, llenando aquello de barrotes, horcas, guillotinas, garrotes-viles, sierras circulares y bajo mesa descuartizadora, flagelos inmundos, camas de estiramientos-rompehuesos y demás utillajes para el tormento y anexar una tabla con todos los pasos para trepanarle la sesera a un converso, al objeto de que el visitante lo leyera hasta el último punto y luego hubiera exclamado: "Ay, por dios, qué horror más insoportable, como si existiera algún dolor de esos jodidamente 'soportable'... Pero no, este lugar no va de esto; este Museo va de limpio, aséptico, aseado y muy cerebral, ya que nada más entrar en él, en un cartel luminoso podemos leer: "Este lugar tiene que ver contigo; este lugar habla de ti", que es todo un recibimiento en suspense, intriga y dolor previo de tripas.
Al parecer, en él cada espacio interpela a la conciencia humana. El paseo por el interior recuperado del castillo nos permite apreciar sus estancias más rutinarias: la casa del portero (para que no se acojone y sirva con paciencia y prestancia por su labor didáctica), la cocina (muy abundante en planchas de hierro a carbón-brasa), las estancias de los defensores laicos del 'Oficio-Santo', la del nuncio, la del notario o escribano que hubo de registrar las fichas de los 'fichados' (y es que no se perdían un detalle, fíjate tú quiénes les copiaron después durante las múltiples dictaduras)... Todo perfectamente ordenado y burocrático, como se acostumbra a hacer ahora en todos los museos, que no nos falta ni un papel guía y explicativo hasta las trancas. Nos da la apariencia de que allí trabaje gente normal, de esa gente que se presupone creyente del dios de la idea única y verdadera, y se sentirían honrados de escuchar los alaridos provenientes de los sótanos encarnecidos... Yo he leído no hace casi nada que en un cortometraje que se ofrece a la entrada se narra la historia de una mujer presa en ese castillo durante la Inquisición, y fue achurruscada en una pira de uno de los patios tras la falsa acusación de haber tenido un amante despechado que resultó ser el aparentemente inocente narrador de la propia película...
Y sigo: "Nadie es tan inocente como parece", nos dice el panfleto del Museo antes de detallar, fríamente, todo un catálogo de artículos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos que sería ingénuo decir que hoy se cumplen... Además de otras lindezas para ensayar la elasticidad cerebral del visitante: "¿Han desaparecido las víctimas, los juicios de valor, el abuso de poder?", nos pregunta otro luminoso cartel... Y uno sale de allí pensando en Torquemada, pensando en Abu-Ghraib, en Guantánamo, en Palestina, o en las luchas obreras de nuestros días en Chile, en los barrios deprimidos de Londres (poniéndome más actualizado), y en la madre que los parió a todos los inquisidores de ayer y de hoy. Incluso, se puede salir de allí hasta maldiciendo al 'Pedro-Rázingher' que en estos días, como digo, tiene el atrevimiento de admitir que otro papista-alcalde le invite a todos los gastos y derroches posibles a costa no sólo de los 'afiliados' a su multinacional del credo, sino a costa de quienes, como yo mismo, pensando durante 30 minutos que pudiera sosegar mi odio y confrontación radical ante tanta ceguera, también le hemos pagado ese lujo con nuestros impuestos públicos, los cuales, a no dudar, deberían ser empleados en dotar a la población, a toda la población, incluyendo a los más 'aborregados' pero, sobre todo a los más necesitados, de mayores y mejores servicios sociales municipales, provinciales y de la corte de los nuevos 'reyes católicos', que bien podrían haber montado ese tinglado 'evangelizador' en el Cuerno de África para atacar el hambre y la miseria de tanta gente desahuciada del 'paraíso' papal.
Hasta aquí este relato cabreante, lamentando no querer seguir (pues ganas no me faltan), porque planificar la angustia es útil: la había planificado descargar cuando pudiera estar frente al ordenador un rato como este... Pero ya lo voy aparcando, también ya apaciguado con esos recomendados '30 minutos', cuando son más de las tres de la madrugada de un día 11 de agosto del 11, otro capicúa fatídico.
Buenas noches y que todos descansemos merecidamente.
Por un Estado laico, libre y republicano,
Andoni L. Ros Soler (Alrosoler)...
http://historiadelaunionsindicalobrera.blogspot.com/
80 Aniversario Proclamación II República Española (1931-2011).
alrosoler@hotmail.com (Alrs)
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