Taquicardias, exceso de sudoración, sensación de ahogo, temblores, diarreas, vómitos. Estos son algunos de los síntomas que padecen millones de personas con miedo a volar. Estas desagradables sensaciones se producen casi siempre cuando el viajero sube a bordo de la aeronave, pero en ocasiones comprar un billete, pisar el aeropuerto o el simple hecho de pensar en volar, provocan un ataque de ansiedad a las personas que padecen aerofobia.
Estas limitaciones tienen fácil solución, aunque quienes las padecen piensen que son incurables. Pero es aconsejable afrontar el miedo cuando se genera y ponerle freno, pues la creencia de que la fobia desaparecerá por sí sola es falsa y, si no se ataja a tiempo, aumentará su gravedad.
Cursos por Internet, CD interactivos o seminarios presenciales que incluyen un vuelo real... Lo cierto es que para poner fin a esta situación, lo más práctico es recurrir a la ayuda de los profesionales.
Por ELENA V. IZQUIERDO
en Eroski Consumer
Última actualización: 24 de agosto de 2011
adaptada por la redacción de este blog
Cómo vencer el miedo
Es muy importante tener en cuenta los factores generadores del miedo para poder actuar, ayudar y dar consejo a las personas que tienen este problema.
En primer lugar, es imprescindible destacar que el avión es uno de los medios de transporte más seguro. Es frecuente conocer a alguien que ha sufrido un accidente grave de automóvil, e incluso, tener amigos que han fallecido mientras conducían o viajaban en coche, debido a la alta siniestralidad registrada en las carreteras. Pero muy pocas personas conocen a alguien que haya sufrido un accidente grave en un avión. Es tan raro, que lo más probable es que ni siquiera sepan de alguien que a su vez conozca a otra persona que haya sido víctima de este tipo de siniestros.
Cada día, decenas de miles de aviones cruzan los cielos del mundo y los casos de accidente son muy escasos, aunque sus consecuencias tienen repercusión mundial inmediata. Es necesario que quien sufre aerofobia interiorice bien estos datos para afrontar la realidad y lograr que su miedo remita poco a poco.
A su vez, hay que valorar que las normas de seguridad aérea son muy estrictas, al igual que los controles a los que se somete al aparato, que pasa por revisiones periódicas muy meticulosas. Tanto como lo son las pruebas físicas y psicológicas a las que han de someterse los pilotos, profesionales muy bien preparados. Han de cumplir, además, unas rígidas normas de seguridad sin las cuales no pueden subir al avión. Además de los controles aleatorios de alcoholemia, pasan cada seis meses otras pruebas médicas, profesionales y psicotécnicas.
Cursos para perder el miedo
Son muchos los cursos que se ofertan para dejar de tener miedo a volar. En ellos se enseñan técnicas de relajación, como respirar, o métodos para eliminar pensamientos negativos. Algunos se imparten a distancia, a través de Internet, y otros pueden tener el formato de un CD o DVD interactivo. Aunque son eficaces para combatir los pequeños temores, en los casos en que la fobia es más grave, son recomendables los cursos presenciales, que si bien son más caros, aseguran mejores resultados. Se parte de la base de que el desconocimiento es uno de los factores que más influye sobre el miedo.
Los seminarios se imparten a pocas personas para crear un clima de confianza entre participantes y ponentes. El alumno aprende, además, técnicas psicológicas que disminuyen la ansiedad o temor al avión.
Lo más interesante del curso es que no solo incluye clases teóricas, apoyo psicológico y experiencia en un simulador -en el que pueden darse situaciones del peligro virtual: niebla al aterrizar, tormentas, turbulencias-, sino que los asistentes se enfrentan a un vuelo real acompañados por profesionales que pueden ayudarles.
Se destierran todos los falsos mitos y creencias y, al finalizar el primer día, ya se ha dado un gran paso: no temer al miedo. Luego, en el avión, todo es más sencillo y llevadero. El horario del segundo día se ajusta a los vuelos programados para el curso. El vuelo es en una línea aérea regular, acompañado por un monitor.
Una vez finalizado el curso, los participantes cuentan con la asistencia y apoyo del personal para todos sus vuelos futuros.
DISFRUTAR DE UN VUELO TRANQUILO
Es conveniente que la persona que padece miedo a volar pida ayuda a un psicólogo porque, al igual que ocurre con otras fobias, el temor es irracional y es importante tratarlo cuanto antes.
Se debe llegar al aeropuerto con la suficiente antelación como para acostumbrarse al medio y a la situación.
Si es posible, el pasajero que sufra un miedo muy intenso debe ir acompañado por un amigo o un familiar.
No se debe vestir ropa ajustada, sino cómoda, holgada.
El viajero puede tomar medicamentos contra la ansiedad, o tranquilizantes, sólo en el caso de que se lo haya prescrito previamente el médico. Nunca deben mezclarse con bebidas alcohólicas. Tampoco es conveniente consumir sustancias estimulantes, como el té o el café, y es preferible no viajar en ayunas.
En el avión, el pasajero puede solicitar información sobre el trayecto a los auxiliares, algo que le ayudará a reducir la inseguridad.
Es conveniente llevar libros interesantes, revistas entretenidas o música, que permitirán que la persona se relaje y se distraiga.
Compartir el miedo con las azafatas o con el acompañante también es recomendable, porque es una manera de restar importancia al asunto.
Los ejercicios de relajación y respiración son de gran ayuda, sobre todo en los momentos en que el pasajero puede padecer un miedo más agudo, como en el despegue, el aterrizaje o al pasar por zonas con turbulencias.
El pasajero ha de recordar que el miedo a volar es algo normal, común, por lo que no debe avergonzarse si se pone nervioso o siente fobia. Es muy probable que muchas otras personas sientan, en ese mismo momento y lugar, sensaciones parecidas a las suyas.
Las causas del miedo
Hay personas que sufren un ligero desagrado o malestar cuando viajan, el típico miedo a lo desconocido o a lo incontrolado. En el otro extremo se encuentran quienes se niegan en redondo a tomar un avión y prefieren no viajar o hacerlo en medios como el automóvil o el barco, con la consiguiente incomodidad y pérdida de tiempo. ¿Qué causa tal temor?
Aunque, en ocasiones, los motivos que generan el miedo son individuales, hay algunos factores sociales que pueden provocar un aumento de los casos de pánico al avión. A menudo, los accidentes mortales vistos en prensa, televisión o Internet son uno de los detonantes para que se instale en la persona el miedo a volar. Las imágenes del siniestro ocupan las primeras páginas de los periódicos y los titulares y primeras noticias de los informativos televisivos durante días. Algunos medios ofrecen esta información de una manera llamativa, morbosa y se recrean al mostrar los objetos personales de las víctimas, los cadáveres junto al avión o a familiares en el aeropuerto destrozados por la tragedia. Además, se especula con los motivos que han provocado el accidente mucho antes de que la caja negra desvele la verdad.
Todo ello distorsiona la realidad, hace que la persona perciba que el avión es un medio inseguro y que viva con fuerza todo lo que ocurre, de manera que el viajero recuerda lo que ha visto como algo horroroso que le puede suceder a él y a su familia.
El hecho de que en los accidentes aéreos no haya apenas supervivientes genera desconfianza. Las películas sobre accidentes aéreostambién han sido muy negativas para los aerofóbicos porque en ellas los actores representan ciertos estereotipos con los que cada persona se puede sentir identificada. Cuentan, además, una historia previa para que el espectador empatice con el personaje y sufra con él como si estuviera dentro del avión, atrapado, sin salida, sin poder tomar ninguna decisión que pueda salvarle.
Otros pasajeros se sienten vulnerables entre las nubes, como si el avión estuviera a merced del aire, en medio de la nada. El cielo no es el medio natural del hombre y por eso se siente extraño, inseguro, flotando. Las turbulencias que se pueden sufrir en el aire -uno de los fenómenos más temidos- causan, a veces, verdadero pánico entre el pasaje, sobre todo si no se informa antes de la posibilidad de atravesar una zona en la que pueden notar cierto movimiento del avión.
Resulta difícil creer que un avión pueda volar, mantenerse el aire, ser guiado por el piloto. Es normal desconocer los principios físicos que permiten que la aeronave no se caiga. Y es el desconocimiento sobre la tecnología y el funcionamiento del avión lo que hace desconfiar de su seguridad. También es frecuente que los pasajeros fóbicos se preocupen por la carencia de control que tienen sobre el aparato. "Sí, pero cuando conduzco el que llevo el coche soy yo", dicen muchas personas reticentes a volar. Son personas con miedo a delegar, que muchas veces están acostumbradas a tener el mando y no soportan la idea de dejar nada en manos de otra persona, y menos su vida, ya que piensan que el piloto podría cometer un fallo humano, intencionado o no.
Desde los atentados del 11 de septiembre de 2001 contra las Torres Gemelas y el Pentágono, la situación para los aerofóbicos ha empeorado. La idea de imaginarse en esos aviones es, para una parte de los viajeros, un pensamiento recurrente, agravado sobre todo desde el momento en que se revelan los testimonios de quienes iban a morir, las últimas llamadas a sus seres queridos o los actos heroicos que no sirvieron para nada. Otros intentos de atentado con explosivo en aviones no han hecho sino reforzar la idea de que el avión es un medio inseguro.
Las largas colas para facturar la maleta y los registros personales y de equipaje, que garantizan la seguridad de los pasajeros y evitan que se cuelen en el avión personas con materiales peligrosos, tienen también una connotación negativa para quienes tienen miedo, porque se les transmite lo contrario de lo que necesitan.
Y otra de las razones que puede generar esta desconfianza hacia los vuelos es el hecho de que en un accidente aéreo es muy raro que haya supervivientes. Esto hace que los viajeros fóbicos prefieran otros medios de transporte como el coche o el tren en los que, en caso de siniestro, aunque sea muy grave, pueden salir con vida.
Los aerofóbicos suelen ser personas con mucha información procedente de distintas fuentes, pero que les causa efectos muy negativos. Pueden llegar a saber más datos sobre accidentes que los expertos en aviación, pero esta información no siempre procede de fuentes fiables y muchas veces está elaborada, con otro sentido, por la mente del aerofóbico. Una parte de ellos tiene mucha imaginación y un cociente intelectual elevado. Pero estos rasgos, en principio positivos, les hacen fabular en torno a todo lo que puede ocurrir en el avión, lo que les genera una gran ansiedad.
También hay algunos detonantes personales que pueden hacer sentir miedo a volar a personas que no lo han sufrido hasta ese momento. El hecho de estar embarazada, o ser madre o padre, por ejemplo, provocan este efecto. La idea de ser responsables, no solo de sí mismos sino de otra vida, abruma al tomar la decisión de coger un avión. Por otra parte, experiencias pasadas en las que el pasajero sufriera cierta inseguridad -un aterrizaje forzoso, algún problema durante el vuelo- pueden marcar el futuro de quienes lo vivieron, e incluso, transmitir este miedo a otras personas.
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