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San Juan Bosco - Presbítero (1815-1888)


Era natural de la aldea de los Becchi, a 25 kilómetros de Turín. En esta historia no puede faltar la figura de la madre, Margarita, mujer incomparable, que educó a sus hijos en la pobreza y fortaleza del más alto nivel.

Cuando era jovencito, Juan iba con su madre al mercado a vender los productos del campo. Era un mozarrón despierto y vigoroso que aún no sabía leer.

En esto, se le ocurre ser sacerdote. Y para iniciar sus experiencias, atrae los domingos a la gente junto a su casa, en un predio donde crecían dos perales. Allí hace de saltimbanqui y prestidigitador. Así entretiene santamente a todos los convecinos.

Empieza a estudiar en una escuela pública, a 5 kilómetros de su pueblo. Luego entra a estudiar en el liceo de Chieri. Para pagar sus estudios trabaja en toda clase de oficios. Por fin, a sus 26 años celebra la primera misa en Turín. Lo primero que hace es recoger chiquillos de la calle. Le siguen como si fuera un titiritero. Para eso funda los Oratorios de San Francisco de Sales. Más tarde, para atender a esa gente pequeña, funda la Congregación de los Padres Salecianos, que se extiende pronto por toda Italia, Francia y España. Es el educador de los tiempos modernos; se hace periodista, predica, confiesa, escribe y propaga la devoción a María Auxiliadora, publica libros de ciencia y religión. Es el auténtico tipo de audaz soldado de Cristo.

En la Italia del siglo pasado, uno de los divertimentos más esperados de los pobres era los que traían los titiriteros.

Hubo cierta "troupe" que, a sabiendas, representaba sus obras a la hora de la misa y, claro, las gentes, en especial los niños, se "salteaban" la misa.

Pero había un niño, Juan Bosco, que se decidió a hacer algo para que los niños volvieran a la misa.

Se las arregló para aprender trucos de prestidigitación, malabarismos y otras habilidades por el estilo. Para eso, observó mucho, entrenó más y se ejercitó con los amigos.

Más tarde llegó a desafiar a los titiriteros y malabaristas, les ganó las apuestas y se tuvieron que ir de allí humillados.

Juan se hizo dueño del domingo, de los compañeros y amigos. Comenzó de niño los domingos y acabó moviendo masas de jóvenes, organizando su tiempo libre, montando talleres y escuelas profesionales...

Se inventó el sistema de "educar jugando y aprender gozando".

Su espíritu de saltimbanqui le daba agilidad al cuerpo y ponía alas a su vocación de educador.

Les decía a los niños: "Haremos muchos juegos y entretenimientos sin que tengan que pagar nada, pero con una condición: que vengan después todos conmigo a la iglesia".


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MIS AUTORES DE LA JUVENTUD - Por Eduardo Juan Salleras


Revisando libros viejos
MIS AUTORES DE LA JUVENTUD
Por Eduardo Juan Salleras, 26 de enero de 2016.-

Se autoriza su publicación solamente en forma completa y nombrando la fuente

Esta vez me puse a buscar aquellos que hicieron de mí lo que soy, los que me impulsaron a escribir, por aquel entonces en mi adolescencia, unos cuántos libros de poemas dibujados en cuadernos; algunos testimoniales, como solíamos decirles en aquel tiempo; otros muy jugados de tinte religioso y filosófico.

Los de poesías, de tanto guardarlos, no los encuentro. Muy de vez en cuando los buscaba y los releía, a medida que pasaban los años cada vez me gustaban menos, hasta diría que me daban un poco de vergüenza…

… la última vez, los disfruté e inclusive pensé pulirlos un poco.

Fue de ahí que se escondieron de mí y no los puedo encontrar.

Vamos a los libros viejos.

Las Rimas de Gustavo Adolfo Bécquer: “Volverán las oscuras golondrinas, En tu balcón sus nidos a colgar, Y otra vez con el ala a sus cristales, jugando llamará. Pero Aquellas que el vuelo refrenaban, tu hermosura y mi dicha a contemplar, Aquellas que aprendieron nuestros nombres, Esas… ¿no volverán!”

O: “¡Llora! No te avergüences, De confesar que me quisiste un poco. ¡Llora! Nadie nos mira. Ya vez; yo soy hombre… ¡y también lloro!”.

Rubaiyat de Omar Khayyam: “Puesto que ignoras lo que te reserva el mañana, esfuérzate por ser feliz hoy. Toma un cántaro de vino, siéntate a luz de la luna y bebe pensando en que mañana quizás la luna te busque en vano”.

También leí a Hermann Hesse: Demian, El lobo estepario y Siddhartha (es el único que terminé y hace poco). Había que leerlos, era el autor del momento por aquel entonces, aunque me pareció un tanto difícil, por decirlo de alguna manera.

“Voces”, de Antonio Porchia: “Tú crees que me matas, yo creo que te suicidas”.

Y otros.

Entre todos, el que más fuerte me llegó, el que más me inspiró e hizo de mí lo que soy literariamente fue Khalil Gibrán o Gibrán Khalil Gibrán. Cuando leí “El Profeta”, una verdadera oda a la vida, quedé maravillado. Llevaba ese pequeño libro a todas partes, y volvía frecuentemente a sus hojas. Calculo que lo recitaba de memoria, no recuerdo. El profeta vuelve a su pueblo y este lo recibe jubiloso. Se para ante él y la gente le empieza a pedir: Maestro háblanos del amor, Maestro háblanos del matrimonio… háblanos del dar… háblanos de la amistad…“cuando te separes de un amigo, no sufras. Porque lo que más amas en él se volverá nítido en su ausencia, como la montaña es más clara desde el llano para el montañés”… “Y permitid que haya risa y placeres compartidos en la dulzura de la amistad. Porque en el rocío de las pequeñas cosas el corazón encuentra su alborada y se refresca”.

Para mí la obra más destacada de Gibrán es, la menos conocida, la que ni siquiera figura en sus obras completas: LOS DIOSES DE LA TIERRA. Sin llamarla así, habla de la Santísima Trinidad. Es un diálogo entre el Dios primero, el Dios segundo y el Dios tercero. Cada uno con características distintas y discutían sobre el hombre. Éste libro me inspiró para escribir “A Imagen y Semejanza”, otra de las tantas obras inéditas mías narradas de puño y letra en el papel. Esa la conservo y probablemente la reescriba y la resuma en alguno de los libros que tal vez sí algún día publicaré.

¿Cuánto hay en nosotros de aquello que leímos?

¿Cuánto de mis escritos hay en los demás que me han leído?

Cuando publico lo que escribo no pretendo otra cosa que proponer un tema, un sentimiento, un paisaje, una vida. No busco que estén de acuerdo conmigo, ni que vean lo que yo veo, ni que sientan mis vivencias. Ahí está la flor del aromo, la fragancia del ligustro y el dulce de moras… ¿Por qué digo esto? Porque me ha pasado que los lectores de mis escritos interpreten de ellos cosas notablemente diferentes, desde el que opina que son espantosos – gracias a Dios pasa muy de vez en cuando – y hasta los mismos que los halagan, entienden individualmente cosas muy diferentes. Me di cuenta así, que aquella hoja de papel o en una pantalla, que voló para ser leída, ya no me pertenecía, sí el original que conservo en mi desorden.

Debo lograr que tanto la trama, el sentimiento, el paisaje o las cuestiones de la vida se movilicen en quien lo lee y produzca en él, su propia reflexión, su texto interno.

Hace mucho tiempo escribí éste párrafo de un poema que luego musicalicé con un amigo: “Siento que todo en mí se pierde. Que todo se vuelve cenizas, Que nada en mí prospera. Siento que todo en mí se muere. Tengo nostalgias de un pasado viejo. Nostalgias de una nueva vida”. Tenía por entonces, 17 años. Si bien poéticamente suena lindo, el concepto es deprimente. ¿Qué problema tenía yo en aquel tiempo adolescente para escribir algo tan penoso? No recuerdo, sí cuales eran mis lecturas. Es por ello que encontré en “El Profeta” tanto alivio, tanta frescura.

Un amigo, hace muy poco, me escribió y me dijo: “que mal te hace escribir artículos políticos y a mi leerlos… éste me gustó más, es metafísico”. Es cierto. ¡Qué mal nos hace el enojo! Y ni hablar vivir enojados.

La realidad muchas veces nos rebela, nos hace pasarla mal pero, siempre habrá a mano un buen libro para leer, una buena película para ver y ni hablar, buena música para escuchar. La cuestión será siempre elegir bien el tema y el autor.

“Vuestra alegría es vuestra tristeza sin máscara. Y de un mismo manantial surgen vuestra risa y vuestras lágrimas. No puede ser de otro modo…” Khalil Gibrán.


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PALABRAS Y CONCEPTOS EN DESUSO - Por Eduardo Juan Salleras


Revisando libros viejos
PALABRAS Y CONCEPTOS EN DESUSO
Por Eduardo Juan Salleras, 18 de enero de 2016.-

Se autoriza su publicación solamente en forma completa y nombrando la fuente

Jorge García Venturini – Historia General de la Filosofía.

Esos dos tomos los compré hace 40 años para dar la materia Filosofía en la universidad. Fueron tres los exámenes, dos bochados y en la última, si no la aprobaba debía recursarla.

Recuerdo que me encerré 15 días sin ver el sol y ayudándome de vitamina B12 para la memoria.

De allí me gusta tanto la filosofía. Aprobé con 9.

Ciertos pensamientos me llevaron en la hojeada a detenerme, en particular sobre el tema: ética, de acuerdo a los pensadores más conocidos.

Según Sócrates y resumiendo: el hombre cuando actúa con ética lo hace virtuosamente, noblemente, con justicia. - “La virtud y la ética van de la mano pero ellas dependen del saber, de la ciencia”. El vicio y la ignorancia son la antítesis de la virtud.

La moral Platónica se puede simplificar diciendo que es la búsqueda del bien por el alma. Y para ello es fundamental la templanza, la fortaleza y la sabiduría o prudencia.

Para Aristóteles la ética tiene que ver con la felicidad, pero no desde el punto de vista sensual, o sea del placer sensible, ni en la búsqueda de la riqueza, ni siquiera del honor social, sí, en la satisfacción que produce el ejercicio de la virtud. Esto acorde a la propia naturaleza humana, orden o ley a que responda la misma. Para “El Estagirita”, la virtud no es una ciencia sino un hábito.

En cambio, Epicuro, hace del placer el centro de su ética, conocida como hedonista. El placer es lo único capaz de discernir entre lo que está bien y lo que está mal. Hay muchos que acomodan la moral a su conveniencia o al placer de alcanzar la felicidad particular.

En lo personal hago diferencia entre la moral y la ética. Si bien lingüísticamente podríamos utilizar una como sinónimo de la otra, conceptualmente las veo diferentes.

Cuando hablo de moral me refiero a la propia, a la de cada uno. En cambio, si lo hago sobre ética aludo al cumplimiento del orden social.

La ética es la moral pública o social.

Todo íntimamente relacionado con el deber y las obligaciones, el primero con la moral y el segundo con la ética.

Para René Descartes la ética se refería exclusivamente a la decisión de obedecer las leyes y costumbres de una comunidad.

No quiero hacer de estos párrafos un compendio sobre la ética. Sí, me propongo recuperar algunas palabras y conceptos en desuso en el último tiempo, a saber: moral y ética; virtud y justicia; templanza, fortaleza, sabiduría y prudencia; orden o ley… entre otras. Hablemos de ello.

Hoy, detrás de los intereses personales, en busca del placer o la felicidad, el sentido moral del individuo se diluye, y con él, la ética ante la sociedad.

Así, cuando no hay en la gente el concepto arraigado del deber, se hace difícil cumplir con las obligaciones del Estado; ante la ausencia de honestidad la conducta cívica pierde sustento.

Cuando los gobiernos pretenden meterse en todo lo concerniente a la vida de los ciudadanos, transformándose en dueños de su moralidad, ésta se diluye y es reemplazada por la corriente o el relato y la ética sucumbe ante los antojos y placeres a los que pretenden alcanzar los burócratas o los dueños del Estado.

No es entonces de sorprenderse que, cuando en una sociedad se digita todo desde arriba, dominando casi íntegramente a aquellos sectores que sólo pueden aspirar a las necesidades básicas, y seduciendo a las clases más acomodadas en la alineación con el modelo, los valores personales y sociales tienden a desaparecer, y se entra en la confusión sobre lo que está bien y sobre lo que está mal.

Aquello en que la costumbre había dejado sus raíces implantadas, normas de conductas libres que sumadas formaron una tradición, dejaron - especialmente en la dirigencia y en los aspirantes a ella - un importante vacío intelectual, más aún cuando hoy la propuesta parece ser: alcanzar el bien común por encima de los placeres individuales.

De todas formas, reservas morales siempre hay en los ciudadanos. A algunos les costará bastante encontrarla porque no distinguen ya la voz de su conciencia, o se dejan llevar todavía por la fascinación y el soborno del relato.

Es responsabilidad de cada uno reconstruir la base moral individual, y si cree haberla mantenido intacta todo este tiempo de hechizos que pudieron confundirla, nunca es mucho cuando de dignidad y de honor se refiere, siempre hay un escalón más para alcanzar lo mejor.

¿De qué le hablan hoy los padres a sus hijos, los profesores a los alumnos, los maestros a sus discípulos? ¿Le hablan de las virtudes, de la moral, del deber? ¿Les cuentan sobre lo que hay más allá cruzando el río o se quedan ambos adaptándose el uno al otro en esa orilla? ¿Nos ponemos a su altura o les demostramos que con templanza, fortaleza, sabiduría y prudencia podemos aspirar a volar mucho más alto?

Ha cambiado el sentido del viento, al menos así indica el molino.

La moral y el concepto del deber que logremos alcanzar a partir de la voluntad y la conciencia, hará de nuestra sociedad el terreno ético que las naciones necesitan para alcanzar su grandeza.

EJS


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