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SOLAMENTE HOY - Por Eduardo Juan Salleras


Mientras pasa el tiempo
SOLAMENTE HOY
Por Eduardo Juan Salleras, 8 de diciembre de 2015.-

Se autoriza su publicación solamente en forma completa y nombrando la fuente

Eran las 4.30 de la madrugada y mis ojos se abrieron ya sin sueño.

Mi cuerpo cansado prefirió seguir en la misma posición.

Me quedé mirando a través del espacio entre las tablas de la persiana, si amanecía o no. No hay nada más lindo que ver como la luz del sol comienza a tomar lugar en el día que nace.

Tenía dolores en varias partes del cuerpo debido al esfuerzo físico haciendo un trabajo en el campo la tarde anterior.

Es increíble pero creo que tengo más voluntad ahora que cuando pintaba joven, no tengo ninguna “fiaca” para hacer fuerza, tanto es, que de necesitarla para algo particular, todos me miran a mí., inclusive el candidato a hombre de 20 años que trabaja ahora conmigo me dice: déle UD que tiene fuerza. Lo que no sabe él es que, a diferencia de antes, hoy al rato me duele, deja algunas secuelas, las que curto como trofeo de guerra.

Pero, a la mañana siguiente, todo vuelve a su lugar y arranco como si nada hubiera pasado el día anterior. Las dolencias son siempre las mismas, se van y vienen sin ninguna razón que llame la atención. Lo más probable en esta actividad es que enseguida necesite de nuevo comprometer el físico y responda.

Todo es una cuestión de voluntad… el querer hacer.

Es notable.

Hay momentos para cada cosa.

Se vencen los plazos muchas veces sin darnos cuenta que ese fue el instante preciso, y sin embargo la comodidad, la rebeldía, la soberbia u otra cosa, nos quita del andén… o dejando que siga aquel tren porque sí.

Cuando pasan los años, nos damos cuenta que perdimos el tiempo y la oportunidad de subirnos a lo que la vida nos ofrece, nos pone en la manos, como un regalo celestial…

… ¿cuándo vamos a correr si no es mientras las piernas nos aguanten?

Mi insistencia en no perder la condición física es una especie de recurso desesperado de aprovechar quizás lo que tuve, que todavía tengo y no quiero perder.

Yo decía en otro escrito, “que no envejece el que no deja de aprender”, pero también, aquel que no da por concluidos sus sueños, su fantasía… el que da siempre lo que puede sin mezquinar nada inútilmente, como hacer fuerza… como andar, si puedo andar… como reír, si hay una buena razón para hacerlo… como abrazar, como amar a alguien o algo, como tararear la más linda melodía a nuestros oídos… ¿Por qué privar o privarnos?

En definitiva, me refiero a: cada cosa en su lugar y en su debido tiempo.

Ayer por la tarde me visitó un muy buen amigo, sentándonos como a él le gusta a tomar mate debajo del sauce. Tiene algo especial ese árbol sabio de mí viejo.

Mientras reímos buscándoles sarcasmos a la realidad, surgió un tema que nos puso a ambos serios.

A la pasada yo le digo: viste que los jóvenes hoy viven solamente el presente y como si esto fuera poco, hacen alarde de lo que son: “lo bueno por qué mejorarlo y de lo malo, es lo que soy y no pienso cambiar. Que me tomen así y si no, que me dejen”.

Cuando dicen algo tan estúpido, es porque la vida nunca los dejó a un lado y creen en la inmunidad de la juventud, aunque por momentos le desconfían.

Somos tal vez los mayores, y no todos, los que tenemos todavía un buen concepto del futuro, de proyectos que demandan un tiempo, especialmente de maduración, de adaptación y esperando resultados buenos, no extraordinarios. Y que estamos dispuestos a cambiar, particularmente lo que descubrimos como malo en nosotros, sabiendo que lo bueno se puede mejorar, no tenemos tanto tiempo para dejarlo pasar lejos de la excelencia.

Sin embargo, la nueva era siglo XXI, predica el ahora y solamente con logros fabulosos, sino es como que no sirve, lo que no se da ya, es mucho riesgo y demanda esfuerzo.

Esa poca visión del mañana, nos encierra en un presente impiadoso, que habla tan sólo de éxito o de fracaso. No hay alternativa.

Los que vivimos de la tierra, los que somos verdaderamente hombres de campo, los que plantamos árboles, postes; los que miramos al suelo como un tesoro precioso, no como sustrato donde depositar la próxima cosecha, y programamos rotaciones para no verlo empobrecer… estamos acostumbrados a proyectar, a esperar con esperanza los resultados que no siempre dependen de nosotros sino muchas veces de imponderables y del alcance de nuestros rezos, apostando a que Dios siempre escucha, aprendimos a tener paciencia.

Sabemos también que el mal paso generalmente compromete el andar futuro, por lo que sí es evitable deberíamos fijarnos de hacerlo bien. En cambio, la premisa hoy es: da lo mismo, jugando todas nuestras cartas al destino y a la suerte.

Lo más escaso en esta vida es el tiempo, con el agravante que nadie sabe en forma cierta cuánto le toca de ello, por tanto, así transitemos los años mozos, mucho más los años cortos, debemos aprender a no desperdiciar los mejores momentos haciéndolos sublimes en nosotros…

… como quedarme un rato, en esta madrugada linda, a escuchar el trino de los pájaros, que compiten para imponer su charla, en distintos idiomas.

EJS

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