Servicio de búsqueda personalizada

Búsqueda personalizada

Seguidores

HIERBAS PARA LA MUFA - Por Eduardo Juan Salleras



Entre sueños
HIERBAS PARA LA MUFA
Por Eduardo Juan Salleras, 29 de julio de 2014.-
Se autoriza su publicación solamente en forma completa y nombrando la fuente
---
De paso por Buenos Aires, salí a caminar mi hora diaria en pos de mantener controlada la presión arterial, cosa que creo haber logrado en conjunto con una notable disminución de peso, negar la sal y consumir alimentos (verduras y frutas) que colaboran con la patriada.

No siempre voy por el mismo lugar pero, un día como hoy, primaveral en pleno invierno, invita a concurrir a espacios verdes – Plaza Francia – y disfrutar del sol y del celeste de un día diáfano.

Trato siempre de mantener el ritmo a razón de 6 Km por hora, meta que fue interrumpida por un hombre, vestido más o menos, con una canasta en el brazo y una serie de bolsitas transparentes dentro.

- Señor, señor… no quiere comprar algún yuyo para el hígado, para el corazón, para la piel… o sedante… (así detuvo el ritmo sostenido que había logrado).

- ¿Yuyos? Amigo, no anuncie yuyos, más vale diga hierbas, queda más homeopático, es más atractivo, ¿no le parece?

- Tiene razón y este es un barrio elegante… ¿quiere alguna hierba?

La verdad es que quería seguir andando pero este tipo era de aquellos que tienen la virtud de entorpecer incluso mi camino, como esos que en una reunión toman la palabra y es imposible arrebatársela, no sé cómo hacen para impedir que los corten. Bueno, este era algo parecido.

Me tomé unos segundos pensando para madrugarlo, mientras el hierbero seguía anunciando su stock de maravillas verdes.

Al tiempo que movía los paquetitos transparentes, pude visualizar que cada uno tenía un papel pegado con sus nombres y bondades, para así pedirle el que le faltaba.

Sin embargo, en la urgencia del análisis no logré determinar qué afección quedaba sin cura.

El fulano no paraba de recitar su verso. Mientras yo lo miraba a él y a la canasta hasta que se me ocurrió…

- Espere un momento - El hombre se paralizó de pronto - ¿tiene yuyos contra la mufa? Lo rematé… y se quedó mirándome.

- ¿Hierbas querrá decir?

- Sí, algo que al menos apacigüe la mufa… si UD tiene algo así se llenaría de plata porque nuestro país hace mucho tiempo que vive en una permanente mala onda… ¿no lo nota?

- Si…

Una afirmación ambigua lanzó mientras parecía haber quedado fuera de juego con mi ocurrencia, sin embargo, luego de tomarse su tiempo, me miró, miró la canasta, me volvió a mirar, lo mismo hizo a cada lado como si alguien pudieran estar espiándolo… metió cuidadosamente la mano en el fondo y sacó un bolsita sin nombre y sin especificación.

- Aquí tiene, tómela antes de irse a dormir.

- ¿Cuánto sale? ¿Y cómo se prepara?

- Cien pesos, y ponga a hervir un litro de agua, agréguele el paquete entero, revuélvalo lentamente dejándolo hasta el día siguiente, que se macere. Luego puede agregarle un litro más de agua, o si quiere alcohol de las heridas, o un ron, hace mejor efecto… y se toma a razón de medio vaso chico antes de irse a dormir, por día.

- ¿Cien pesos, no le parece mucho? ¿Cuánto salen las otras hierbas?

- Mire, las otras cuestan a razón de $20.- el paquete pero, tomando ésta sola no tendrá problemas con el hígado, ni con la presión… normalizará bien su intestino y las palpitaciones… se acabaron los sedantes, los antiinflamatorios… es el fin a todos los problemas… es afrodisíaca, energiza… Además es la única que me queda y me la iba a tomar yo… considerando que hoy no vendí una sola bolsita y algo debo llevar a mi casa, bien vale su precio, ¿no?

Me aplicó todas las reglas de mercado en un solo paquete. Entre la escasez del producto, mi curiosidad manifiesta y la habilidad para venderla, no me quedó otra que aceptar. Y pensar que me había tomado mi tiempo para madrugarlo con algo inesperado y así escapar de su asedio comercial. Pensé que me había ensartado como el mejor y que estaba tirando a la calle $100.-… ¿Y si funciona? Pensé, en unarresto de positivismo. Y si funciona…

- Disculpe, si anda bien, cuando se me acabe ¿Cómo hago para comprarlo de nuevo? ¿Lo encuentro siempre acá? O en su defecto cómo se llama esta hierba para adquirirla en otro lado.

- No siempre estoy aquí, y este yuyo es importado, de la selva peruana… De todas formas tiene para dos meses… puede repicarlo también…

Lo preparé y lo dejé macerando un par de días. Después no me animaba a tomarlo, por la mufa de haberme comido el verso.

Una de esas noches recordando aquella tarde soleada, me dije: lo tomo y listo, pase lo que pase.

A la mañana siguiente desperté y mientras preparaba el mate, me reconocí distinto. En cierta forma estaba diferente, mejor, cuando comencé a recordar lo que había soñado, todas situaciones deseadas, inclusive las imposibles, como ese partido de rugby, deporte que no practico hace más de 10 años, en el que incluso hacía un try como los que me gustan, chocando. Muchas frustraciones resueltas y proyectos que continué despierto.

No sé si fue casualidad, esa pócima bebida antes de irme a dormir de alguna manera me había sacado la mufa, creo que sí.

Pero debo destacar que el sueño más impresionante de esa noche fue que vivía en un país normal, eso sí que cambiaría el malhumor social.

¿Será cuestión de mudar la Argentina a la selva peruana o enviar a nuestros políticos al Amazonas?

---
http://elportaldeolgaydaniel.blogspot.com.ar/

Leer más...

BUENO, SABIO O EXITOSO - Por Eduardo Juan Salleras


El Hombre del Carro 14º
BUENO, SABIO O EXITOSO
Por Eduardo Juan Salleras, 20 de julio de 2014.-

Se autoriza su publicación solamente en forma completa y nombrando la fuente
---

El Hombre del Carro es uno de esos personajes, o mejor sería decir: personalidades, que cualquiera puede encontrar en la vida y que en cierta forma dejan una marca.

Ya he escrito en varias oportunidades sobre él pero, para aquellos que no lo conocieron, voy a hacer una breve descripción.

En otros tiempos – hoy ya no, por lo menos en mi zona – se solían ver “crotos”, así se los denominaban por estas latitudes a los vagabundos o caminantes, que recorrían los caminos con sus “monos” al hombro (algunas ropas hechas un nudo o dentro de un trapo, colgadas de un palo, versión grotesca de la moderna mochila que hoy tanto se usa), los que acostumbraban entrar en las estancias a pedir comida, a veces para hacer noche, incluso a alguno se le ocurría pedir una changa.

Mi amigo andaba siempre, no a pie, sí en su carro de madera, de un eje, con asiento y barandas laterales, una gran lona que cubría sus pertenencias y a él por las noches. Lo acompañaban siempre dos caballos, uno para tirar y otro para reemplazo, y tres cuzcos, pequeños perros bicheros, los que solían colaborar cazando cuises, iguanas, mulitas o a alguna libre dormida. Y dejémoslo ahí.

Venía seguido por el campo y sin salir mucho de la zona.

Siempre me gustó sentarme a charlar con él porque era muy inteligente, diría sabio, esas personas que en cada charla dejan alguna frase que a uno lo hace pensar por un rato. Y hablé en pasado, porque hace mucho tiempo que no sé nada de su vida.

Siempre con fuego de por medio, ya sea haciéndose un estofado o calentando su pava negra para tomar mate, en uno de esos momentos el comenzó a hablar de sus miserias…

- Bueno, bueno, no diga así. UD tiene su mundo, el que le pertenece por completo, no es grande pero tampoco es chico. Es libre, la gente lo quiere y dice que es un buen hombre, incluso, y yo lo sostengo, que es un sabio. (Acoté yo con optimismo)

- Ajá (responde) me la dejó picando amigo. UD al igual que yo, gusta de los pensamientos, digamos filosóficos, y lo considero una persona simple y honesta… también ilustrada.

- Gracias…

- Pero, ¿qué es lo que busca la gente?... Si UD encuentra a varias personas en una esquina charlando y ven pasar a alguien, ¿por quién dejarán su conversación? ¿Dirán? ¡Miren! Allá va un hombre bueno, no creo. O, ¡Esperen! Allá va un hombre sabio, tampoco… Sin embargo lo más probable es que solamente interrumpan su conversación cuando vean pasar a: ¡un momento! Mire quién va allá, ese es un hombre exitoso. UD y yo probablemente seamos afables y bondadosos pero, por lo menos yo, no me destaco por mis logros.

- Todos tenemos una mente para pensar, pero no demasiados piensan bien. Unos lo hacen a favor de la bondad, de hacer el bien; otros en función de crear reflexiones profundas que vuelan por ahí y se hacen carne en la gente… se va repitiendo y adaptando de uno en uno, y al final, nadie recuerda quien la dijo, quedando el dicho para siempre anónimo… y también están los que usan sus virtudes intelectuales para ser exitosos, a veces lo logran y a veces no. ¿UD añora esto último?

- No, claro que no, ni si quiera tengo por dónde empezar. El que puede elegir es UD… (flor de palo)

- En verdad amigo, todo lo que dice es brillante, siempre me sorprende, ¿en qué basa su sapiencia?… ¿Estudió alguna vez?...

- Le voy a explicar, sabio no es el que más sabe sino el que mejor administra sus conocimientos, no es cuestión de saber más sino mejor. Lo que a UD le sorprende no es todo lo que sé sino el cómo. Del otro lado de su vida estoy yo. No veo las cosas desde su mundo sino desde el mío, eso lo hace curioso para UD porque gusta de lo que lo puede sorprender, del pensamiento distinto, del enfoque diferente. Imagínese, yo desde aquí, desde mi andar… mis horas solas pero que jamás estarán vacías, porque puedo ver cien veces el mismo poniente e igual cantidad de distintos atardeceres… así con el sol naciente.

- Sabe, cada vez me gusta más escucharlo y me encantaría producir lo mismo en la gente cuando la trato… dejarle un mensaje pero que sea distinto a lo de siempre… algo que les permita pensar por sí solos a partir de una frase que los movilice. Pero no todos tenemos su virtud…

- Espere un momento, no le ha pasado en esta vida de campo, tratar con algún viejo paisano, que ni siquiera sabe leer y escribir, que usa el pulgar como firma, y sin embargo, desde su mundo, de pequeños conocimientos, si presta atención, escuchará seguro algún comentario que lo dejará maravillado…

- Es cierto, conocí varios…

Lo veía encender un cigarrillo armado tomando con sus dedos callosos una brasa incandescente como si estuviera fría, volverla de nuevo al fuego y limpiarse las cenizas en su ropa.

¿Qué pensará de mí? Me preguntaba mientras hablamos de todo.

La charla siguió un buen rato, para luego volver a lo mío sin dejar de pensar en las palabras de este ser mitológico que no para de sorprenderme.

La cuestión pasa entre un hombre bueno, un hombre sabio o un hombre exitoso… Él no es ni más ni menos que el Hombre del Carro.

---
http://elportaldeolgaydaniel.blogspot.com.ar/

Leer más...

Dientileche, el País de los Niños